Yo soy nosotros
Con este título no me refiero a esa verdad absoluta, la única, que dice: Todo es Uno, Uno es Todo. Ni tampoco al desorden de personalidad múltiple que podemos ver en las películas, valga el entrañable Golum como ejemplo. Con este título aparentemente contradictorio quiero hablar de los personajes que todos y todas incorporamos, que llevamos puestos y los vamos sacando según nuestras necesidades cotidianas.
Tenemos la idea errónea de que tenemos una personalidad única y somos lo mismo en cualquier circunstancia, con la misma ética, los mismos principios, la misma forma de entender y atender los conflictos. Sin darnos cuenta que en cada ámbito, con cada interlocutor, mostramos facetas diferentes de nosotros mismos. A veces ligeramente diferentes, a veces diametralmente opuestas. Y no estamos “locos”.
Hilvanamos todos esos personajes sintiendo que somos nosotros todo el tiempo, sin darnos cuenta que lo único que es único y permanece en nosotros es nuestro “yo”. Que no es cómo somos, sino el lugar de la conciencia desde el que observamos lo que nos pasa.
Así, frente a cada situación, incluidas las representaciones mentales que hacemos continuamente, adoptamos un personaje. Un personaje con su kit completo: principios, vocabulario, estructura energética y corporal, emoción, mensaje,… Y además podemos saltar de uno a otro instantáneamente. De hecho lo hacemos todo el tiempo. Cada día. Cada vez que nos hace falta. Sin darnos cuenta.
Enfoques terapéuticos como el Eneagrama o el del Niño Interior o. incluso el trabajo con arquetipos, utilizan esa condición de la personalidad como herramienta para ayudar al cambio terapéutico.
Todos esos personajes son aprendidos y perfeccionados desde la vida intrauterina hasta el fin de nuestros días. Las personas que no quieren o no pueden mirarse a sí mismas con distancia y desapego van haciendo cada vez más rígido y selectivo ese personaje. Lo podemos ver en muchos ancianos: el resignado, la que carga con todo, la conciliadora, el donjuán, la sufridora, el eternamente feliz, el juicioso, el exitoso, etc., etc., etc. El personaje puede terminar engullendo al ser humano.
Cierto es que a los seres humanos nos gusta la fabulación y lo teatral, pero no desarrollamos estos personajes sólo por disfrute o capricho. Debajo de cada personaje hay una necesidad que aquel intenta resolver. Recibir atención, reconocimiento, cuidados, amor,…
Todos tenemos un buen repertorio de estos personajes. Y no hay problema en que dispongamos de ellos, quitando los que son dañinos, claro; son nuestros vestidos para cada ocasión. El problema está en que se pongan y se quiten automáticamente. Esos trajes los creamos en la infancia y la adolescencia básicamente, así que echar un vistazo a ver cómo funcionan, puede ser muy saludable para nuestra libertad de elección. Nuestra madurez al fin y al cabo.
Algunos estarán un poco pasados de moda pero podrán ser actualizados, otros habrá que desecharlos definitivamente y aún habrá otros que seguirán sentándonos como un guante.
A veces no es fácil distinguir que estamos en el personaje, otras lo colocamos a conciencia. En cualquier caso, siempre necesitamos mirar como si leyéramos el libreto que le mueve: qué hace, cuál es su motivación, desde dónde actúa ese personaje, qué quiere conseguir, qué necesita. El único yo nuestro que puede elegir con libertad es el observador, el que no enjuicia pero sí siente. El que sabe cuál es el entusiasmo de nuestro Corazón en cada caso.
Así que te propongo un ejercicio para que, si quieres, puedas descubrir y rediseñar tus personajes al comprender sus motivaciones. Recuerda que el personaje siempre es “hacia afuera”, hacia los demás. Así que si cubres tú tus necesidades, en vez de depender de que otros lo hagan, estarás ganando libertad y amor propios.
Ejercicio de percepción interior
Premeditación
Duración: de 20 minutos a una hora. Hace falta papel y lápiz.
Este ejercicio lo llamo así por un doble motivo. Puede servir como una introducción a la práctica de la meditación, pero también nos muestra lo premeditados que tenemos nuestros actos a veces. El personaje, al llevar ya escrito su papel tiene una respuesta tipo que ajusta a las diferentes circunstancias. Una respuesta precocinada: indignación, aplacar al otro, entristecerse, huir,… El personaje nos roba espontaneidad en la vida porque actúa desde el pasado, no desde el presente. El observador, la observadora, están en el presente. La vida está en el presente.
Tómate un tiempo y un espacio para ti donde no seas molestado. Ponte música que cubra ese tiempo, mejor música suave de meditación pero no muy plana. Siéntate en una silla con la espalda recta o en el suelo con las piernas recogidas como en meditación.
Centras tu atención en la respiración, en el ombligo estaría muy bien, y dejas pasar los pensamientos. Tu tarea como meditadora consiste en estar presente en tu cuerpo y en cuanto te das cuenta de que te has “marchado” dentro de alguna película mental, vuelves a poner la atención en tu respiración y sueltas lo que surgió.
En premeditación lo haces algo distinto. En cuanto que te das cuenta de que has desconectado del cuerpo, te quedas muy quieto, muy quieta. Sin moverte observas cómo está colocado tu cuerpo por dentro, las tensiones, los giros, los cierres, los músculos contraídos formando algún gesto,… Miras también cómo está tu energía. Tomas nota de la emoción que domina. Y reconoces brevemente qué estabas haciendo en tu película mental: quería conseguir algo, estaba excusándome, enseñando a otros, quejándome,… Según lo que estuvieras haciendo le vas a poner ese personaje un nombre que lo describa, no ofensivo, mejor gracioso. Hacer bien este ejercicio implica ser compasivos con nosotros mismos. Por ejemplo, si tu personaje estaba quejándose, llorando por algo, no le pones “la llorona”, eso es crítica hacia ti misma, puedes usar “la desconsolada”, por ejemplo, o “la dramática”, algo que sea creativo y ayude a avanzar.
Escribes esos datos lo más brevemente y sin descolocarte posible, ponte el papel y el lápiz muy a mano, y vuelves a tu posición de meditación. Vuelves a la presencia en la respiración, a mantener la postura, vuelves a la actitud convencional de la meditación. Si tienes tu propio estilo o escuela puedes utilizarla. Y, en cuanto que vuelves a descubrir que te has perdido en una historia en tu cabeza, haces lo mismo: tomas nota de tu posición y energía corporales, de la emoción que tiene tu personaje, de su intención y le das un nombre amable, y vuelves a meditación.
Una vez terminada la sentada, puedes revisar tus notas para completarlas con lo que recuerdes, vas escogiendo a los personajes que han surgido uno a uno. Y le preguntas: ¿qué es lo que buscas, qué necesitas en realidad, profundamente? Y cuando tengas la respuesta, tú satisfaces esa necesidad. En el momento, visualizando que le das lo que de verdad necesita, o, si es algo material, en el momento que puedas conseguírselo en el mundo. Si te pide algo que no soluciona, esto es, que no provoca sensación de apertura y tranquilidad, necesitas mirar más profundamente, si es necesario, buscándote ayuda profesional.
A medida que vayas conociendo a tus personajes podrás ir eligiendo libremente cuándo y cómo quieres utilizarlos. Haciéndolos incluso más hermosos, más amables en el más amplio sentido de la palabra.
Y si tienes alguna duda no dudes en consultarme. Puedes comentar más abajo o, por privado, mandándome un mensaje.
Un abrazo y hasta la próxima.