La Depresión y2. Salir del laberinto
Las trampas de la depresión: los impedimentos para salir
Ya he comentado en la primera parte de este tema dos de los impedimentos más superficiales para salir de la depresión, superficiales por el nivel al que actúan y no por la potencia de su efecto.
El propio tono corporal y anímico provocado por la crítica interna que nos mantiene en un círculo vicioso: «Estoy mal porque no valgo para nada, y no puedo hacer nada porque estoy mal y no tengo la más mínima gana ni de intentarlo siquiera. Para qué, si no va a servir de nada, yo soy así». Lo que en realidad es una expresión superficial, consciente, de la verdadera causa, inconsciente: la desvalorización.
El segundo impedimento es el mensaje médico-mediático de que no es algo que dependa de tí, sino del funcionamiento de tu cerebro, sobre lo que tú no tienes ningún control, excepto, claro, tomarte la medicación. Es una enfermedad y punto.
A estas dos hay que añadir otra, también «superficial», que en psicología se llama ganancia secundaria: el victimismo. «Los depresivos» tienen en común con «los alcohólicos» la pena que se tienen a sí mismos. Esa tremenda tristeza que les anega y no saben cómo paliar les lleva al alcohol a unos, y a buscar la conmiseración de los demás, el «dar pena», a muchos de los otros. Lo cual tiene mucho sentido desde el enfoque humanista como intento fallido de recibir lo que les faltó en la infancia, ese «biberón», o esas atenciones que satisfacen al Niño Interior, aunque sólo sea temporalmente, como un sucedáneo de lo que realmente necesitan.
Al tomar el papel de víctima, al declararse impotentes para cuidarse a sí mismos esperan secretamente recibir de los cercanos, pareja, hijos, amigos, profesionales sanitarios,… la atención, la comprensión y la valoración que les faltó. Presuntas víctimas que pueden llegar a tiranizar a aquellos que pretenden salvarles dándoles lo que ya no pueden tomar de nadie salvo de sí mismos. Nadie tiene ni el poder ni la capacidad ni, muchos menos, el permiso para hacerse cargo de nuestra alma atormentada. Pero en ese drama aparentemente imposible de resolver viven muchas familias sin darse cuenta de que al tomar una responsabilidad que no les pertenece lo único que consiguen es cronificar el problema.
La mente crea laberintos donde se pierde el alma
Y, por fin, la verdadera causa de que el alma permanezca secuestrada en las mazmorras del sistema mente-cuerpo, la causa profunda, escondida, es la trampa mental que ese ser humano ha ido construyendo sin darse cuenta desde su más temprana infancia, como un preso que va adornando su celda y convirtiendo su estancia en prisión en una realidad alternativa que le permite seguir adelante aunque sin libertad.
¿Cómo funciona la trampa de la autodesvalorización?
Repetiré una vez más el axioma humanista: todos los seres humanos necesitamos en la infancia amor y valoración incondicionales. Si las carencias que se producen por la falta de amor y valoración son importantes para ese ser humano, éste las acarrea en su vida, cronificándose y agravándose más y más, hasta que encuentra el entendimiento correcto de lo que le pasa y se libera, o como ocurre en demasiadas ocasiones, hasta que muere ignorante de la trampa en que ha vivido.
El esquema básico de la trampa funciona así. El niño, la niña, necesita de sus cuidadores amor y valoración incondicionales, si éstos se lo niegan («ojalá no hubieras nacido», por ejemplo) o le ponen condiciones severas («tú eres imbécil, qué vas a estudiar tú, nunca llegarás a nada en la vida», por ejemplo) el niño queda atrapado en un dilema terrible:
Si coge lo que le dan: el desprecio, la crítica, entonces se queda con la creencia de que no vale nada, y ya está perdido, no puede ser él/ella misma.
Y si no lo coge, pierde o teme perder la poca valoración y atención que le puedan dar sus cuidadores con lo que se enfrenta al abandono y también se pierde, no puede ser él/ella misma, porque para desarrollarse necesita la asistencia de sus progenitores durante la crianza.
El niño queda atrapado en este dilema que hace suyo: «yo no valgo», que, como niño, ni sabe ni puede resolver. Así que continúa su vida con el dilema no resuelto, utilizando todo tipo de estrategias (reprimir lo aparentemente inaceptable de sí mismo, justificarlo, aparentar, engrandecer los aspectos positivos, poder con todo a costa de sí misma, etc.) que van conformando su personalidad, hasta que por cansancio o por una adversidad tropieza y cae en la desesperanza para consigo mismo. Así reconecta otra vez con las carencias y la crítica que experimentó en la infancia y esto lleva a un estado de tristeza profundo y mantenido.
Me gustaría hacer aquí un apunte sobre tristeza y depresión. Una postura habitual sobre esto es que son cosas distintas (como dice el médico en el vídeo de Salvados del anterior post). Y ciertamente lo son en cuanto a grado, pero no en su esencia. Desde mi punto de vista, la depresión es un estado de tristeza continua que se va acumulando sin alivios («cómo voy a desprenderme de lo que yo soy») hasta que la contención se rompe y lo anega todo, anulando a la persona. Ambas son provocadas por lo mismo: el sentimiento de pérdida. La diferencia está en que en situaciones de tristeza normales la pérdida se supera, pero en la depresión no, debido a la creencia de que lo que hemos perdido es irreparable y, por tanto, «la vida ya no merece la pena». Ni pasando por la pena, y esta es la verdadera función natural de la tristeza, nos recuperamos de la pérdida.
Tan importante es el origen de los trastornos psicoemicionales como el cómo se mantienen. En el caso de la depresión la persona está tan imbuida de la creencia de que no vale, que se lo repite a sí misma continuamente, día a día, mes a mes, año a año, cada vez que se despierta, cada vez que tiene un tropiezo grande o pequeño, cada vez que se mira al espejo. Esa consciencia distorsionada de sí mismos y la respuesta energética-corporal que naturalmente produce, aceptadas como una verdad indiscutible, son lo que mantiene a la persona en el estado deprimido. Dan martillazos a su alma todos los días y tan fascinados están con la película de su mente que ni siquiera pueden ver cómo aquella se encoge y oscurece cada vez más.
¿Cómo empezar a salir del laberinto?
Como ya he escrito repetidamente a lo largo del curso gratuito QSELV (búscalo en la barra lateral) lo primero siempre es aceptar cómo nos encontramos: sensaciones físicas y emociones, dejando para después las ideas que surgen en nuestra mente teñidas de negatividad y desesperanza.
Advierto aquí que la explicación que sigue, salvo algunos casos, no sustituye una terapia personalizada con el apoyo de un terapeuta cualificado, pero al menos servirá de mapa para que quien esté en esta situación empiece a mirar su problema de una forma distinta si se abre a ello.
Así que para empezar necesitamos aprender la forma de atender la tristeza y la falta de energía que sentimos en nuestro cuerpo. Llevamos mucho tiempo manteniéndolas, así que necesitaremos un tiempo para reforzar la capacidad, que ya tenemos, de separar lo que dice nuestra mente de lo que siente nuestro cuerpo. De hecho cuando la mente está distraída con algo agradable, o neutro al menos, esa tristeza no está presente y pasa a un segundo plano. En cuanto volvemos a hacernos presentes en «nuestra triste condición» las sensaciones desagradables vuelven. De ahí la habitual prescripción de relajantes y somníferos junto con los antidepresivos. Pero ausentarse, aunque alivia, no soluciona. Si queremos salir tenemos que quedarnos en las sensaciones desagradables pero sin hacer caso a lo que diga nuestra mente. Esto, repito, es un aprendizaje. Para que te sea más fácil pongo más abajo a tu disposición un audio que te puede servir de guía para hacer todo el proceso. (Te recomiendo también que uses los audios de relajación del blog, ya que la lucha interior de querer valer creyendo que no valemos, provoca estrés y, a la larga, cansancio crónicos.)
La salida a la depresión está dentro, no fuera
La clave de esta primera etapa está en aprender a acoger incodicionalmente al Niño, la Niña Interior que se expresa a través de la tristeza que sentimos. Igual que sostendrías acogedoramente a un bebé desamparado aunque no sepas porqué llora, acoges y sostienes la tristeza que te aflige aceptando que está ahí y necesita consuelo, sin atender por ahora lo que diga tu mente.
Ésto puede parecer difícil, pero es tan sencillo como respirar en la zona del cuerpo donde sientes la tristeza o el vacío o como quiera que lo sientas, y poner en la mente la idea de que le das permiso a esa tristeza para surgir, mostrase e irse marchando, saliendo de tu cuerpo. Puedes poner tus manos en la zona del cuerpo que está triste. La tristeza funciona como el agua, ábrele la compuerta que la estanca y déjala salir de ti, mientras acoges a tu Niña, tu Niño triste.
Si en el proceso dejas que la mente siga despreciándote o atacándote, entonces cargas tristeza. No se trata de que no surjan esos pensamientos, sino de que no les hagas caso. Los dejas estar ahí, a un lado, pasando, sin más. Y sobre ellos pones las mismas palabras que le dirías a ese nene desconsolado: tranquilo precioso, todo va a estar bien, yo estoy contigo, etc. Tu cuerpo te oye simplemente al recitarlo en tu mente, no es necesario que lo digas en voz alta, pero sí con mucha presencia en esa zona de tu cuerpo.
Practica ésto todos los día un rato hasta que notes que lo que dice tu mente ya no le afecta igual a tu cuerpo. Hasta que notes que eres más dueño de cómo te sientes.
En una segunda etapa, se trata de hacerte consciente de los pensamientos de desprecio que surgen en tu mente de forma automática (se grabaron cuando eras niño, así que se reproducen igual que un loro que suelta su frase sin saber lo que dice).
Hazte consciente de lo que dicen. No mires para otro lado. No te escondas de ellos. Pero no te los creas. Son mentira. La verdad es que ya estás vivo y eso es suficiente prueba de que mereces estarlo, y cualquier condición o argumento torcido que exponga tu mente es falso.
Los pensamientos que estás buscando desmontar, desmentir, son aquellos que te hacen creer que hay algo malo, incompleto o equivocado en ti. Una vez que tienes más control de cómo se siente tu cuerpo, ya le es más difícil a tu Tirano Interno adjudicarte un defecto de fábrica. Hazte consciente de cómo esos pensamientos críticos provocan sensaciones corporales de cierre o descarga. Así que ponlos a prueba, cuando eras pequeño te los tragaste sin ponerlos en duda, este es tu momento de no hacerlos tuyos sin más.
Hazlo ahora.
¿Es verdad que soy… torpe… inútil… incapaz… que no valgo nunca para nada… que sin esa persona no puedo vivir…? lo que quiera que tu crítica interna te diga.
Si tu cabeza te responde que sí, vuelve a preguntar:
¿De verdad es verdad que soy…?
Sigue preguntándote hasta que surjan recuerdos reales de situaciones en las que sí tuviste éxito en la vida, no importa que sean pequeños éxitos. Aprendiste a leer, si no no estarías leyendo esto. Recuerda el tiempo que te llevó, la habilidad que fuiste desarrollando, cómo tu mente fué abriéndose a nuevos conceptos, cómo tu cuerpo fué aprendiendo nuevas mañas… para atarte los cordones de los zapatos… aprender a conducir… o averiguar cómo funcionaba el mando de la tele. Situaciones en las que sí supiste tomar iniciativas y dar y recibir atenciones y amor con otros seres humanos. No dejes que tu crítico interno lo desprecie, por insignificante que parezca tiene valor, es prueba de que sí puedes hacerlo, conseguirlo, decirle a la crítica en tu mente que no la quieres más, que ya no te lo crees.
Y mientras vas desprendiéndote de esas mentiras, volviendo a decidir cómo quieres ser y para qué vales en la vida, deja que tu cuerpo también se desprenda de las sensaciones de carga, de cierre o de tensión; y que las zonas que necesiten llenarse lo hagan con las cosas buenas que ahora sí quieres tener dentro de ti.
Con este audio te será más fácil practicar este proceso de aprendizaje. Escucha sólo hasta donde sientas que lo has realizado internamente y la siguiente vez que lo oigas repite desde el principio por si encuentras sensaciones físicas que antes no percibías o nuevas ideas desvalorizantes.
¿Hay un punto de no retorno en la depresión?
Personalmente no creo que haya un límite sobrepasado el cual la persona que sufre depresión ya no pueda volver a la normalidad anímica. Desde mi punto de vista el único límite se inscribe en el propio mecanismo de la depresión, esto es, el pensamiento inhabilitante: «jamás saldré de aquí», que se cumple a sí mismo como una profecía.
Es cierto que hay personas que tras muchos años soportando las consecuencias de la depresión: maltrato del propio cuerpo, pérdida de relaciones, abuso de medicamentos, etc., pueden llegar a provocar enfermedades físicas que afecten a todo el funcionamiento sistémico del organismo. O que hundidos en la desesperanza decidan acabar con su propia vida. Aún así, mi convicción profunda es que si la persona se da cuenta de la trampa en que ha estado metida y la desmonta, por muy deteriorada que esté su fisiología, por muy perdida en la oscuridad que haya estado, puede salir de ella y devolverle la Luz a su Corazón y el sentido a su vida.
Devolver el alma a su propia luz
El laberinto tramposo de la depresión hace que intentemos salir de ella por la puerta equivocada. La salida está justo por donde no queremos ir. Por donde duele, por donde más desconsuelo sentimos, a través del vacío atroz que experimentamos en el Corazón. Por dentro.
Pero a medida que disipamos el espejismo nos damos cuenta de la paradoja: el vacío que se siente en la depresión, la falta de sentido, está plagado, lleno de sentido, cuando nos atrevemos a hacer ese viaje dentro nuestro.
Lo que le da apariencia de vacío es, lo digo de nuevo, la «explicación» de la mente de porqué no tenemos lo que tanto anhelamos. En cuanto encontramos sentido a la depresión, se acabó la «enfermedad».
La única verdad es que estamos vivos y por muy difíciles y duras que sean las circunstancias que estemos pasando o hayamos pasado ya, nos debemos a nosotros mismos el cuidado de esa Luz, el que ese pequeño rescoldo alrededor del cual crecimos como seres humanos, ese regalo que ya estaba al principio de nuestro desarrollo y sigue estando en el Centro, en lo más profundo de nuestro Corazón, reciba el soplo de nuestro aliento consciente, nuestra propia simpatía y acogimiento.
Te lo aseguro, más allá de la oscuridad está la luz. Hay salida. Y está dentro de ti.