Cómo funcionan las emociones
Como ya he dicho en posts anteriores y seguiré repitiendo, la calma, estar tranquilo, centrado y contento, es la única emoción que debe ser habitual. Pero en el discurrir de nuestros días nos encontramos con circunstancias siempre cambiantes que provocan en nosotros respuestas emocionales, lo que llamamos «emociones negativas», aunque sería más apropiado decir emociones de adaptación y crecimiento, que desaparecen una vez agotada su finalidad, esto es, afrontar esa circunstancia y nos dejan como aprendizaje las conclusiones que hayamos sacado de nuestra respuesta.
Las emociones no son buenas ni malas, son una respuesta natural que nos ayuda a vibrar con la vida. Las emociones se hacen perjudiciales cuando las convertimos en un callejón sin salida, en un círculo vicioso que termina explotando o en una bola de nieve que rueda montaña abajo arrasándolo todo. Y por eso es tan importante aprender a gestionarlas, porque si no lo hacemos nos perdemos al perder nuestro centro y nuestra calma.
Para ello, lo primero que tenemos que saber es que esas emociones adaptativas funcionan todas como una ola. Surgen como respuesta a una situación, ya sea externa o creada por nuestra mente, crecen, tienen un máximo y luego caen. Estas emociones excepcionales deben tener su momento y luego desaparecer. No debemos negarlas o reprimirlas, pero sí darles su justa duración. La idea hippie de los 60 del siglo pasado de la expresión emocional libre, sin control alguno, “porque yo soy así”, nos puede poner en serios aprietos sin necesidad. En su momento tuvo su valor como reivindicación de la expresión natural frente a una estructura social represiva, “las buenas formas”, pero hoy en día no hace más que confundir a quien necesita hacerse dueño de sí mismo.

Las emociones nacen, crecen, llegan un máximo, nos cuentan porqué están ahí, las escuchamos y las dejamos marchar
Si no las permitimos descargarse en su momento, en la siguiente ocasión que experimentamos esa emoción, la nueva ola parte de la cresta de la ola anterior no resuelta y así sigue subiendo y subiendo. Se acumula, por así decirlo, hasta que estalla como una olla a presión con la válvula de seguridad cerrada o nos hunde en la miseria más absoluta. De ahí vienen los ataques de pánico o de ira, o los arrebatos de tristeza desconsolada. Incluso un exceso de alegría puede terminar en una resaca de culpabilidad. Las emociones retenidas producen malos sentimientos y, en última instancia, enfermedades.


Las emociones funcionan como una ola. Si dejamos que sigan su camino desde la consciencia de nuestro centro, se deshacen en la playa de la calma
Aquí te dejo un audio con una relajación profunda para que vayas fortaleciendo la calma interior si te hace falta, o simplemente disfrutes de un momento de estar en paz en el ajetreo diario. Que lo disfrutes.
Así que si retenemos las emociones más allá de un tiempo prudencial nos es imprescindible aprender a manejarlas, pero no te preocupes si no sabes cómo, ese será el tema de nuestro próximo post. Y si tienes alguna pregunta, ya sabes, encantado de responderte, deja tu comentario más abajo.
Un abrazo lleno de serenidad hasta entonces.