En el principio era el cuerpo
Lo primero que se crea de nosotros en este mundo es el cuerpo. Durante ese proceso de formación vamos aprendiendo cómo relacionarnos con el entorno en el que tenemos que vivir. Así vamos originando nuestras primeras impresiones, “ideas corporales”, del lugar en que crecemos. Según cómo nos va y cómo respondemos a lo que nos pasa vamos creando un “yo corporal”, eso que más adelante al mirarlo con una cierta distancia llamaremos “mi cuerpo”, con su propia inteligencia que se expresa a través de las sensaciones físicas y de las emociones diciéndonos lo que necesita desde sus dimensiones fisiológica, energética, bioquímica, etc.
Sobre este yo biológico va creciendo un “yo personal”. Lo vamos creando poco a poco con cada elección que hacemos en la vida mientras desarrollamos nuestras propias capacidades. Esa es nuestra persona, que tiene un aspecto visible, el que ofrecemos a los demás seres humanos y a nosotros mismos, nuestras ideas y pensamientos; y otro invisible, el manual de instrucciones que rige esos pensamientos. Éste es un sistema hecho de creencias, lo que los más cibernéticos llaman nuestra “programación”, y estas creencias gestionan nuestros pensamientos y rigen, la mayor parte del tiempo, nuestra forma de vivir.
Dado que vamos adquiriendo esas creencias a lo largo de la infancia, ni siquiera somos conscientes de que vivimos bajo sus reglas. El niño, la niña, justifican las cosas que hacen o no hacen según las explicaciones que les han dado sus cuidadores o las que ellos mismos encuentran al intentar entender lo que les pasa. Por ejemplo, muchas personas se quedaron de niños con una idea negativa de sí mismos, soy torpe, yo no valgo para…, nunca voy a…, porque cuando intentaron realizar algo en la infancia y fallaron no tuvieron una valoración amorosa de sus progenitores sino crítica o desdén. Así que lo que les faltó no fue habilidad, ésta se consigue con la práctica, sino amor y aprobación.

Y sobre el cuerpo creció la mente
El Cuerpo y la Mente crecen juntos. Se podría decir que son distintas dimensiones de lo que somos, cada una con sus leyes, pero perfectamente relacionadas. Para visualizarlo mejor imagina esas muñecas rusas que van unas dentro de otras: el cuerpo crece sobre su dimensión química que a su vez se ha desarrollado sobre el nivel subatómico, y sobre el cuerpo crece la mente. Unas dentro de otras. La fisiología del cuerpo gestiona su química. Y nuestra mente decide lo que hace o no hace el cuerpo en los aspectos corporales que controla. Nuestra mente decide si queremos hacer dieta, o dar un paseo, o estar inmóviles en meditación, etc.
El control de la mente sobre el cuerpo no está por encima de las necesidades biológicas de éste, de sus leyes, pero es enorme. Y nuestras creencias funcionan como un interruptor que da o quita permiso para hacer o dejar de hacer cualquier cosa. La mente de una persona que no respete el equilibrio fisiológico del cuerpo puede llegar incluso a matarlo por maltrato, o a sacrificarlo por ideales que considera más elevados que su propia vida.
Este sistema cuerpo-mente tiene sus propias características de las que iremos hablando en posts sucesivos, pero ahora me voy a detener un momento en una que considero fundamental para entender y manejar adecuadamente este sistema cuerpo-mente: el cuerpo se cree todo lo que dice la mente y actúa en consecuencia.

El cuerpo se cree todo lo que dice la mente
Si recuerdas por un momento cómo es estar viendo una película, en los momentos más intensos de la historia, las imágenes te atrapan y tu cuerpo reacciona igual que si estuvieras viviéndolo. Puedes saltar de miedo, enervarte de indignación o llorar al compartir el triste destino de los protagonistas. No hay nada más que luz en una pantalla ahí enfrente de ti, pero como tu mente está viviendo esa historia, tu cuerpo se la cree.
Esta característica del sistema cuerpo-mente nos puede arruinar la vida, un ataque de pánico, por ejemplo, no es más que la mente asustando al cuerpo que reacciona cerrándose y alterándose confirmando así las imaginarias afirmaciones de nuestra mente, que se refuerzan a su vez y provocan más cierre en el cuerpo, etc., en un circuito cerrado de sustos encadenados.
O puede ayudarnos. En psicoterapia este principio se emplea de mil maneras distintas, un ejemplo sería el uso de sugestiones para cambiar emociones asociadas a algo que nos pasó, para que nuestro cuerpo, cuando estemos en una situación similar o, simplemente, pensemos en aquello, ya no reaccione igual, para que ya no se crea ese pensamiento.
En otros ámbitos, puede ayudarnos a aprender y capacitarnos, los simuladores de realidad virtual para pilotos de aeronaves, sería un ejemplo. Los atletas de alta competición se entrenan visualizándose a sí mismos batiendo sus propios records y el cuerpo hará todo lo posible para complacer esta imagen de su mente.
Pero todo esto son sólo “trucos” para manejar el cuerpo-mente a nuestro gusto. La verdadera solución para las cuestiones que plantea este peculiar sistema es saltar a la siguiente muñeca rusa que, aunque transparente, está por encima de la mente y por encima del cuerpo…

Y sobre la mente se abre la consciencia
La consciencia. Lo que algunos llaman el observador. Esa nueva dimensión nuestra está más allá de la mente racional y aparece en el silencio y la quietud. Desde ahí podemos realmente escuchar y gestionar nuestros pensamientos desde una posición más amplia que la que ofrece nuestro sistema de creencias. La consciencia, el observador, hace lo que su nombre dice: es consciente de lo que ocurre, observa, y nada más. Y las consecuencias de la consciencia en nuestra vida, en nuestras palabras y nuestras acciones, siempre se revelan porque nos llevan a más libertad y más amor. La consciencia, el espíritu como la llaman algunas tradiciones, se desarrolla poco a poco en nosotros, igual que lo hacen el cuerpo y la mente, y necesita de la voluntad del ser humano para crecer en cualidades que llevan a más libertad más amor.
Todos estos conceptos los iré desarrollando en detalle en próximos posts. Por ahora te propongo un ejercicio sencillo para ganar más consciencia y manejar con una de las cualidades elevadas de la consciencia, la aceptación incondicional, lo que continuamente surge de tu sistema Cuerpo-Mente. Aunque ahora ya puedes decir Cuerpo-Mente-Espíritu.
¡Buenas vibraciones!
Nota: Este audio es el ensayo para la intervención que hice en la jornada de presentación del V Ciclo de Conferencias La Hormiga Azul en Sabiote (Jaén). En él explico y realizo un ejercicio para darnos aceptación incondicional utilizando el sonido, la vibración, desde nuestro nivel de observador, desde nuestra consciencia. Puedes usarlo como guía para luego realizar tú el ejercicio cómodamente, adaptándolo a tus propias circunstancias.