Ataques de pánico
En los ataques de pánico surge el T-Rex de los Tiranos, es muy rápido, salvaje, demoledor. Su mensaje es muy sencillo: “¡te estás muriendo ahora!”, y las sensaciones corporales de ansiedad y asfixia lo confirman. Nos deja clavados mientras zarandea inmisericorde a sus víctimas. Y cuando se cansa de ellas las deja hechas un trapo, temblorosas, confundidas y profundamente asustadas de que les vuelva a ocurrir.
(Más información sobre el Tirano Interior en el post anterior.)
La causa original de los ataques de pánico dependerá de la historia de cada persona. Se dan, por ejemplo, en personas que han sufrido maltrato o un incidente muy traumático, un accidente o una situación de guerra o violencia, pero también en personas con infancias y vidas “normales” que no tendrían por qué haber guardado ese miedo.
La buena noticia es que encontrar su origen no es condición necesaria para resolverlos.
Mejor nos fijamos en cómo funcionan.
Los ataques de ansiedad o de pánico son en realidad círculos viciosos de autoengaño en los que nos podemos meter casi sin darnos cuenta y se basan en el simple principio de que el cuerpo se cree todo lo que dice la mente. Pueden empezar por la mente, la anticipación de un posible o imaginario peligro, o por el cuerpo, una sensación de incomodidad, una pequeña arritmia, un dolor de tipo nervioso, bastan para que en nuestra mente se despierte el Tirano del pánico y nos diga: “te está ocurriendo algo malo”. A lo que el cuerpo responde encogiéndose y, por tanto, intensificando las sensaciones de malestar. A lo que nuestra mente responde: “ves, ya te decía yo, ¡algo horrible!” y el cuerpo aumenta aún más las contracturas y cierres: vientre, estómago, agobio en el plexo cardiaco, agarrotamiento de la caja torácica cerrando el sistema respiratorio. “¡Me muero!” Horror, terror. Ya te ha pillado.
Y todo el tiempo, que no es mucho porque este proceso suele ocurrir muy rápidamente, estamos intentando salir por donde no hay salida, por la mente. “¿Por qué me pasa esto?” “¿cómo puedo escapar?” Pero por ahí no hay salida. La salida está justo donde más miedo nos da ir: el cuerpo, porque ahí es donde tenemos esas sensaciones tan desagradables.
Pero en ese momento, como en todas las situaciones de miedo, nuestra mente se ha cerrado y perdemos claridad mental, sólo podemos pensar en escapar. En estos casos ni siquiera podemos pensar en defendernos o atacar porque no hay enemigo a la vista. Sí lo hay realmente, son esos pensamientos que nos auguran lo más horrible, pero no los identificamos como tal, creemos que nos están ayudando, una de las tácticas favoritas de los Tiranos por cierto, así que no nos enfrentamos a ellos. Quizá eso nos creara más conflicto incluso, “no debiera pensar esto”…
Para salir tenemos que ir donde no queremos ir, al cuerpo. Por eso es más fácil con ayuda externa.
Un terapeuta cualificado puede ayudar a la persona que está en crisis de miedo a volver al cuerpo poco a poco y ayudarle a abrirse y, con respeto, llevarla a darse cuenta que no le está ocurriendo nada realmente. Dependerá de lo mucho que esté metida en el ataque y la potencia de autosugestión de la persona para que sea más o menos fácil sacarla del mal trago.
Al final de esta entrada tienes un vídeo que puedes recomendar a quien conozcas que sufra ataques de ansiedad o de pánico para que lo utilice poniéndolo en el móvil o en algún dispositivo fácilmente accesible para tenerlo a mano en caso de necesidad.
Aquí te dejo la dirección para pegarla en el navegador: https://youtu.be/OcuzlUZXwW8
Igualmente las sensaciones secundarias que provocan las descargas hormonales y de neurotransmisores, tanto de subida como de bajada, serán distintas para cada persona. Temblores, flojera, sudores, pérdida de visión, confusión extrema y agotamiento, son efectos secundarios normales de estas sustancias en nuestro cuerpo. Y necesitarán un tiempo extra para terminar de eliminarse y así poder recuperar la normalidad después de la intervención terapéutica, o cuando la persona, ya exhausta, salga por sí sola por agotamiento.
Más adelante, si la persona lo considera necesario, puede acudir a un profesional a revisar el origen, si lo hubiera, y hacer terapia por abusos o por síndrome de estrés post traumático, y así quitarle cualquier motivo, real aunque pasado, al Tirano para que nos anticipe que algo malo nos va a ocurrir.
Espero que este post te haya servido a ti o a alguien que conozcas y esté sufriendo esas desagradables crisis. Y ya sabes: ¡comparte!
Un saludo lleno de Paz y Claridad.